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Los maestros asesinados siguen enseñándonos

El hallazgo de los restos de Julio Castro en Uruguay.
* Carlos Iaquinandi Castro, redacción de SERPAL.
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El maestro Julio Castro había desaparecido en 1977. Entonces tenía 68 años; se había jubilado como docente, pero seguía siendo redactor de la revista “Marcha”. En esos dias, procuraba con otros amigos facilitar la salida clandestina de quienes debían abandonar el país por razones de seguridad.
El primero de agosto de ese año, un grupo militar le detuvo en la calle. De allí fue trasladado a un centro clandestino, donde fué sometido a torturas. Se decía que había muerto en cautiverio, pero su cuerpo nunca fue hallado. Posteriores declaraciones de mandos militares, de la llamada "Comisión para la Paz", y del ex jefe de la Fuerza Aérea Enrique Bonelli, coincidían en afirmar que Julio Castro había muerto a causa de las torturas en agosto del 77. En cuanto al destino de su cuerpo había diferentes versiones. "Enterrado en el batallón 14, pero luego exhumado e incinerado" afirmaba el brigadier Bonelli. "Sus cenizas fueron arrojadas al Río de la Plata", afirmaban otros. Todos mintieron. También lo hicieron los mandos militares que entregaron un informe oficial del Ejército al entonces presidente Tabaré Vázquez en agosto del 2005.
Sus hijos, sus nietos, sus amigos y compañeros buscaron y reclamaron durante años, pero ni siquiera quienes participaron en su secuestro y confesaron haberlo llevado a La Casona -un centro clandestino situado en la Avda. Millán en Montevideo - dieron indicios del destino final de sus restos.

Hallazgo en octubre pasado

El 21 de octubre pasado, el equipo de antropólogos que trabajaba en terrenos militares, siguiendo la indicación de un colaborador anónimo excavó en las proximidades de un horno para la fabricación de ladrillos del Batallón 14 de Infantería donde habrían sido enterrados dos cuerpos en 1977. Allí aparecieron efectivamente restos humanos – un esqueleto completo y un zapato-. Se extrajeron muestras para comparar el ADN con el de familiares de desaparecidos. Así pudo certificarse que esos restos pertenecían al maestro Julio Castro. Posteriormente, un informe de una Junta Médica Forense designada por el Poder Judicial concluyó que la causa más probable de muerte fue un disparo en la cabeza del maestro.
Uno de sus nietos, Abel Castro, lamentó que su padre –fallecido hace dos años y medio – no haya podido tener esa cosa mínima humana de poder enterrar a sus mayores”. “Estamos hablando de gente que asesinó a sangre fría a un maestro de 68 años, no me vengan a hablar de “pobres viejitos”, añadió Abel, haciendo alusión a quienes pretenden no juzgar y procesar a los mandos militares responsables de estos crímenes.
Las investigaciones judiciales continúan con interrogatorios a presuntos implicados y a testigos. El periodista y escritor Samuel Blixen afirma que " para los magistrados, el coronel retirado José Gavazzo es una pieza clave en el proceso, puesto que en 1977 era jefe del Departamento III del SID ( Servicio de Información de la Defensa)." Considera que puede ser decisivo para precisar las causas del secuestro y posterior asesinato.

Quién era Julio Castro

Julio Gerardo Castro Pérez fue una figura referente del magisterio uruguayo, impulsor de las Misiones Socio-Pedagógicas, proyecto educativo de profundo contenido social destinado a democratizar y extender la educación a las zonas rurales del país. Fue cofundador de la Federación Uruguaya del Magisterio, donde militó con pasión, entusiasmo y profunda convicción en sus ideas. Maestro y periodista, fue un trabajador incansable por acercar la cultura y la educación a los más lejanos rincones de su país. La “Declaración Personal” de otro destacado y comprometido educador uruguayo, Miguel Soler Roca, que incluímos también en este envío de SERPAL, define con precisión la trayectoria humana y la trascendencia de Julio Castro.
  
* Carlos Iaquinandi Castro, redacción de SERPAL.
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La identificación de los restos del maestro y periodista Julio Castro.
Declaración personal de Miguel Soler Roca.
Con motivo del hallazgo de los restos del Maestro y Periodista Julio Castro en instalaciones de las Fuerzas Armadas, ratifico mi condena y mi dolor mediante la siguiente declaración de mi exclusiva responsabilidad:
1. Hago llegar a sus familiares, a la comunidad educativa nacional y latinoamericana, a sus colegas periodistas, a los compatriotas en el exterior, a sus múltiples amigos y compañeros de ideales, todos igualmente consternados durante treinta y cuatro años y hoy más que nunca, mi más sentida solidaridad. Mantuve una estrecha amistad con Julio Castro durante casi cuarenta años, me siento constante deudor de sus múltiples enseñanzas, tuve el privilegio de participar junto a él en importantes tareas en pro de la educación uruguaya y del continente. Seguimos compartiendo, igualmente, el honor de figurar, junto con lo mejor del Magisterio nacional, en las listas negras plagadas de calumnias que en 1978 difundió el Comando General del Ejército en Testimonio de una nación agredida y en 2007 el Centro Militar y el Centro de Oficiales Retirados de las FF.AA. en Nuestra verdad, la lucha contra el terrorismo.
2. Agradezco sinceramente las manifestaciones de interés de los medios de comunicación por conocer y difundir mis sentimientos ante las presentes circunstancias. Con casi noventa años de edad, no estoy en condiciones de corresponder a tales requerimientos en lo inmediato sin poner a riesgo mi salud. Por ello he optado por expresarme mediante esta declaración. Por otra parte, este episodio no queda cerrado. Espero tener pronto la serenidad necesaria y la oportunidad de enfrentar los micrófonos.
3. Coincido con quienes consideran que el macabro hallazgo de sus restos es un hecho positivo en la lucha del Pueblo Uruguayo por hacer resplandecer la Verdad y la Justicia. Homenajeando a Julio, decía yo en 1987: “En sociedades en que no se puede vivir sin documentos, el desaparecido se va convirtiendo en un indocumentado. Es urgente interrumpir este maleficio, movilizar las voluntades, desempolvar las leyes y lograr que las flores cultivadas durante la espera reposen, al fin, sobre la losa que les corresponde”. Espero no morir sin haber llevado una rosa al lugar definitivo de descanso de Julio Castro. Mientras tanto, doy las gracias al Presidente Mujica por haber excluido su caso del amparo de la inconstitucional ley de caducidad, así como agradezco a la Justicia uruguaya cuanto está haciendo por esclarecer los detalles de su desaparición forzosa y por identificar a los culpables de su horrible muerte. Expreso también mi profunda gratitud a nuestra Universidad y a sus científicos quienes, con su perseverancia, intuición y humanidad restituyen a la comunidad nacional desde las entrañas de la tierra lo que en ella mantienen oculto los criminales.
4. El camino a recorrer será aún largo. Son muchas las víctimas desaparecidas y todas tienen derecho a la misma luz. Y en el caso de Julio, es poco lo que sabemos del proceso que llevó del secuestro a la tortura y de ésta al balazo asesino y a la sepultura clandestina. Todo envuelto en la mentira. El terrorismo de Estado mata y miente durante más de treinta años. Los conjurados agravan, con su contumaz silencio y sus embustes, sus imprescriptibles delitos. Y en este silencio absoluto, cómplice y persistente, todos los integrantes de las que entonces llamaban Fuerzas Conjuntas, con la reducida excepción de quienes valerosa y dignamente los enfrentaron dentro de sus propias filas en defensa de la Democracia, mantienen su condición de cobardes asesinos. Su mutua solidaridad los hace colectivamente culpables. A todos.
5. Yo expreso públicamente mi repudio a esta conducta y exhorto a quienes habiendo transgredido la Ley puedan retener un vestigio ético en su conciencia a que se desmarquen cuanto antes y colectivamente de una estrategia de encubrimiento que no tiene salida y que sólo seguirá acarreando males a la República. Su silencio está ocasionando un gran ruido al que quienes exigimos Verdad y Justicia no pondremos fin.
6. Como educador que no cree en la fuerza como recurso regulador de la convivencia humana, me sumo al creciente grupo de ciudadanos uruguayos que se preguntan para qué le sirven al Pueblo Uruguayo contingentes armados todavía integrados por asesinos inconfesos, por torturadores de hombres y mujeres, por violadores de la Constitución y de las leyes nacionales e internacionales ratificadas por la República, por los causantes principales del sufrimiento de miles de familias uruguayas hechas pedazos por el mundo, por individuos que han cultivado y cultivan la mentira ante el Pueblo y ante las máximas autoridades del país y, más recientemente, por soldados que estando al servicio de las Naciones Unidas son acusados de violaciones a los Derechos Humanos y de delitos de corrupción. Personalmente no encuentro razón alguna para que no procedamos gradualmente a la prescindencia total de las Fuerzas Armadas.
7. Siento como si desde su ahora confirmado y espantoso martirio Julio Castro educador, Julio Castro periodista, Julio Castro ciudadano, hombre de paz y de infinita bondad, nos estuviera llamando a nuevas reflexiones. Para limitarme a la educación, ¡qué falta nos está haciendo hoy su persona y su magisterio! Pido disculpas por invocar el conocimiento que tengo de Julio al suponer que ahora, justamente en estos días, nos aconsejaría a todos desde sus columnas en MARCHA, repito, a todos los que somos parte de la comunidad educativa, que es como decir a todo el país: empiecen por bajar los decibeles, hagan un esfuerzo por recomponer la familia educativa, no agredan a los educadores, apoyen a los que lo hacen bien, reciclen a los que lo hacen mal, recuerden que lo esencial es el educando y su futuro, renuncien a competir por el poder, siempre efímero, y pongan todos sobre la mesa en sereno debate ideas que concilien la poderosa tradición pedagógica del país con los requerimientos de hoy y de mañana, cooperando con otros pueblos pero sin copiar ni entrar en competencia con ninguno, recordando que la educación solo es posible en la libertad, la soberanía, el denodado esfuerzo diario de empezar de nuevo, fraternalmente, porque la discordia bloquea el pensamiento y la acción. Pasos en estas direcciones, principalmente a cargo de los propios educadores y sus organizaciones y en especial de los jóvenes docentes, serán el mejor homenaje a Julio Castro. Recordarlo como mártir no basta; tenerlo presente como Maestro, rápido y sencillo en el diagnóstico, sensatamente creativo en la propuesta, dialogante siempre, nos es ahora necesario.

Montevideo, 3 de diciembre de 2011
Miguel Soler Roca.

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