URUGUAY, CAPITAL MUNDIAL DE LA MÚSICA.
ESCRIBE CARLOS POLIMENI EN `MIRADAS AL SUR`.
En un libro de ensayos sobre la literatura latinoamericana, el escritor uruguayo Mario Benedetti sostiene que en el campo de la creación se producen a veces fenómenos muy complejos de definir con las herramientas convencionales del análisis, aunque no por eso inexplicables.
Uno de ellos, puntualiza, tiene que ver con el hecho de que un país de las características de Chile haya parido nada menos que dos Premio Nobel de Literatura -además, pertenecientes a un mismo género, la poesía- mientras un país con una importante cantidad de grandes escritores reconocidos por el mundo completo, como Argentina, no puede hacer gala de haber recibido ninguno. Benedetti suma otro caso literario, el de Nicaragua y la poesía, para seguir haciéndose preguntas difíciles de responder.
¿Por qué en un paísito de Centroamérica nacieron dos poetas capitales, como Rubén Darío y Ernesto Cardenal, mientras no hay ejemplos del mismo calibre en los países contiguos? ¿Pablo Neruda y Gabriela Mistral son exponentes de un movimiento que cruza la historia entera de Chile o fueron exabruptos?
Está claro que hay ambientes culturales propicios para la gestación de individualidades, y que hay paisajes más inspiradores que otros. Está claro que un premio decidido por un jurado de octogenarios que en realidad son miembros orgánicos de una fundación que hace política literaria no decide la grandeza literaria de un narrador. Pero al mismo tiempo los dos casos citados sirven como posible modelo de análisis de muchos fenómenos que rodean a la creación artística en el continente.
En el país que vio nacer y morir a Benedetti se generó un hecho más que llamativo en la historia contemporánea: una virtual academia, que nadie dirige, de grandes figuras musicales, muchas de las cuales tienen un público importante en la Argentina. ¿Cómo se explica que una ciudad pequeña como Montevideo, en la que el circuito musical es unas veinte veces menor que el de Buenos Aires, sea la patria chica de un seleccionado de figuras de reconocimiento sin fronteras dentro de la lengua castellana, como Alfredo Zitarrosa, Eduardo Mateo, Rubén Rada, los hermanos Hugo y Osvaldo Fatorusso, José Carbajal, Jaime Roos, Fernando Cabrera, Leo Maslíah y Jorge Drexler, entre otros? Ese "entre otros" incluye artistas como Los Olimareños, Osiris Rodríguez Castillo, Aníbal Sampayo, Urbano Morales, El Príncipe, Jorge Lazaroff, Eduardo Darnauchans y Jorge Nasser, por nombrar sólo a los mayores de cuarenta, y a grandes instrumentistas y grupos que van desde Los Shakers, El Kinto y Opa hasta El Cuarteto de Nos y La Vela Puerca. Eso sin olvidar que uruguayos eran Julio Sosa y el autor de La Comparsita, Gerardo Matos Rodríguez, y que existe allí un interesante mundo tanguero, sin mencionar al apasionante y multitudinario fenómeno de la murga, y obviando el fuerte movimiento de música tropical local o fenómenos comerciales como Los Iracundos.
Para el músico Martín Buscaglia, que este fin de semana presentó en vivo en Buenos Aires y Rosario los temas de su quinto disco, Temporada de conejos, el fenómeno tal vez tenga que ver con una necesidad de defensa de la cultura propia ante la realidad de que el paísito es una especie de colchón entre dos gigantes como Brasil y la Argentina. Para no ser absorbido por las culturas musicales de ambos colosos, muy potentes en el terreno, por cierto, Uruguay ha pulido una ambiente musical repleto de personalidades que han elaborado al extremo estéticas llamativas, apunta Buscaglia, que tiene 37 años y es hijo de un músico de la generación de Mateo y Rada. Sin embargo, apunta, lo que se ve de afuera como un movimiento compacto, es para adentro un ambiente lleno de matices. Hay una línea más lúdica y efectiva, en la que están Mateo y Rada, por ejemplo, y una de mayor elaboración intelectual, en que descuellan Zitarrosa y Drexler. Pero cualquiera que piense en estos artistas ve, además, ramales diferentes: Zitarrosa se expresa en términos de milonga y música campera, Rada es parte de la evolución de la música negra de los barrios pobres, en Drexler se ve la fascinación por la electrónica y la relación con sus ancestros europeos, para Mateo la aduana de la música brasileña era central. O sea, lo que de afuera puede parecer un movimiento, o varios movimientos, es en rigor un mundo lleno de variables.
Hay muchos Uruguay en Uruguay.
Hace dieciocho años, el aventurero cantautor vasco Mezo Bigarrena, que luego se suicidó ahorcándose en un parque -en la zona que pomposamente los porteños llaman "Los bosques de Palermo"-decía que mientras en Montevideo, donde viven poco más de un millón de personas, era palpable la existencia de una Catedral del Swing, Buenos Aires, que aloja hoy entre Capital y Gran Buenos Aires unos nueve millones de individuos, podía ser tomada como la Meca de La Muerte del Ritmo. Lo hacía de puro enojo, de ganas de provocar ("¿Hasta cuándo los Rolling Stones seguirán imitando a Ratones Paranoicos"?) pero también como una forma de alertar sobre la contaminación colonial que a veces sufren los músicos argentinos más atentos a Londres y Nueva York que a San Telmo y Villa Urquiza. Hoy, que tantas cosas han cambiado, y que tantos nuevos oyentes se acercan sin prejuicio a músicas que pasan poco por radio, allí está la manada musical uruguaya para subrayar que hace medio siglo que del otro lado del río se elaboran platos de una sofisticación notable. Luego del disfrute, acaso llegue la hora de las preguntas que explican porqué en Montevideo pasan cosas que no pasan en La Paz o Quito, pero tal vez sí en Rosario y en Lima. Pero, ¿cómo explicar a un marciano que José el Pepe Mujica sea el presidente uruguayo? Mejor disfrutarlo, sencillamente.
Por Carlos Polimeni
Fuente: Miradas al Sur
Más información: http://www.miradasalsur.com/
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