Fin de curso en el Museo Torres García
Julio 21 del 2007. Sábado de gloria. Al menos, así lo pareció a un puñado de jóvenes de diversas edades que presentaron sus trabajos finales del "Curso desde la escritura al dibujo", dictado por Víctor García en el Museo de la Peatonal Sarandí.
Cada expositor trajo su "hinchada", que se llegó para hacer el aguante habitual de amigo incondicional quizá sin conocer mucho del asunto que la convocaba. Allí se produjo la sorpresa: tanto su amigo en particular como el resto de los expositores habían transformado las enseñanzas de un curso de ocho semanas en un centenar de hermosos trabajos que dejaron maravillados a los concurrentes.
Desde una letra o una palabra generadora (la caligrafía-semilla), los artistas diversificaron germinaciones hasta lograr un paisaje que pese a su heterogeneidad final mantenía una coherencia que quienes allí estábamos percibíamos claramente.
Víctor García estaba en las obras de sus alumnos como podemos notar, en una docena de hijos de alguien, rasgos genéticos de su padre imbuídos en cada perfil individual.
Alguno de los expositores prometió enviar fotografías. Quizá cumpla, y así podremos compartir con mucha más gente esta experiencia que hizo más bella la tarde de ese sábado de gloria, una gloria personal de un puñado que logró derramarse como tinta china sobre quienes pudimos disfrutarlo con ellos.
Cada expositor trajo su "hinchada", que se llegó para hacer el aguante habitual de amigo incondicional quizá sin conocer mucho del asunto que la convocaba. Allí se produjo la sorpresa: tanto su amigo en particular como el resto de los expositores habían transformado las enseñanzas de un curso de ocho semanas en un centenar de hermosos trabajos que dejaron maravillados a los concurrentes.
Desde una letra o una palabra generadora (la caligrafía-semilla), los artistas diversificaron germinaciones hasta lograr un paisaje que pese a su heterogeneidad final mantenía una coherencia que quienes allí estábamos percibíamos claramente.
Víctor García estaba en las obras de sus alumnos como podemos notar, en una docena de hijos de alguien, rasgos genéticos de su padre imbuídos en cada perfil individual.
Alguno de los expositores prometió enviar fotografías. Quizá cumpla, y así podremos compartir con mucha más gente esta experiencia que hizo más bella la tarde de ese sábado de gloria, una gloria personal de un puñado que logró derramarse como tinta china sobre quienes pudimos disfrutarlo con ellos.
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